jueves, 25 de septiembre de 2014

Nuestro último destino, Bruselas, nos tenía deparadas gratas sorpresas. Una de ellas fue descubrir los ubicuos y pequeños letreros en dos idiomas, francés y flamenco, que dan cuenta de una fusión cultural que se percibe a todo nivel, ya sea gubernamental o cotidiano. La visita al Parlamentarium nos permitió indagar en esta diversidad y en la manera en que los distintos países de Europa han logrado unirse a través de propósitos comunes, a pesar de una historia marcada por guerras y tragedias. También descubrimos el Palacio Real del rey Leopoldo, gestor de la prosperidad de este país gracias a riquezas traídas desde el Congo, lugar que perteneció a sus dominios por mucho tiempo. Luego, visitamos un monumento más contemporáneo llamado “Atomium”, que representa un cristal de hierro ampliado 165 millones de veces. Una vez en el centro de la ciudad, aprendimos que los encajes, presentes en cada esquina, salvaron al país de una crisis y que uno de los emblemas del lugar es el “Mannekin pis”, reflejo de los efectos de la cultura cervecera del país. Por último, no podemos omitir los chocolates, que tanta fama han aportado a Bélgica alrededor del mundo.
Lamentamos que lo imprevisto de nuestro retorno , debido a la huelga de Air France,  nos obligue a abandonar Bruselas en la mañana del día viernes, impidiéndonos conocer la bella ciudad de Brujas como estaba programado.